Team Holcim ganó la primera y segunda etapa, también se quedó con la regata in-port de Cape Town, pero nada de eso importa. La tercera etapa, la más larga jamás corrida en la historia de la ex Whitbread y Volvo, ahora Ocean Race, se largó el domingo 26/2 en Sudáfrica y promete algo más de 30 días de la experiencia náutica más arriesgada de los últimos años: cinco IMOCA planeando sobre las olas del Índico, el Pacífico Sur, Cabo de Hornos y el Atlántico Sur.
(Foto: Sailing Energy / The Ocean Race)
Si el final de la etapa dos de la Ocean Race, desde Cabo Verde a Cape Town fue sorpresivo por la estrategia que permitió a Team Holcim, al mando de Eric Escoffier, desprenderse en las últimas millas de los demás equipos, sobre todo de Team Malizia y 11th Hour Racing Team, el comienzo de la ya histórica etapa 3 de 12.750 millas desde Sudáfrica hasta Itajaí, Brasil, sin paradas, deja todo el pasado en una nebulosa del olvido porque por primera vez los cinco equipos de IMOCA enfrentarán un desafío brutal contra mares que no tienen comparación posible con los que enfrentaron los cinco equips en las dos primeras piernas de esta Ocean Race 2023.
Hay que decirlo, los IMOCA y sus foils han probado mares durísimos en las etapas previas y de clasificación, navegando en mares del Ártico que son infiernos de principio a fin. Sin embargo, la extensión de la etapa 3, sumada al diseño de barcos que parecen cápsulas espaciales, en donde el centro de control de cada barco es un panel de computadoras, sensores y equipos de comunicación de los que depende minuto a minuto la eficiencia voladora de los IMOCA, deberá pasar el examen de miles de millas de frentes de baja presión que se suceden de forma interminable, generan mares altos, muy altos, que pueden romper cascos, quebrar mástiles y destruir velámenes.
Eric Escoffier, el capitán del Holcim, lo sabe por experiencia cercana y por suerte de final feliz. Su velero de Vendée Globe se partió y hundió como una copa rota de cristal hace dos años cuando ya había dado el través de Sudáfrica. Una ola tremenda retorció y destruyó el casco en segundos. Escoffier salvó su vida por la increíble hazaña de un compañero de regata y la coordinación de la dirección de la Vendée, pero sirve como ejemplo de lo que puede la naturaleza contra los mejores deseos de los hombres.
La etapa 3 de la Ocean Race es increíble, fascinante y apasionante por donde se la mire. Son cinco barcos que correrán muy cerca uno de otros, marcándose y a la vez debatiendo estrategias que permitan justamente lo contrario a la competencia compacta: desmarcarse con un borde largo e impensado, a la espera de un resultado que se mida en cientos de millas de ventaja del resto de la flota.
Es una de las grandes preguntas que plantea una etapa tan extensa, ¿se jugarán los equipos a romper con estrategias impensadas el plan que siguieron en la bajada del Atlántico, en la que todos navegaron en bloque?
En las ediciones anteriores de la Ocean Race los VO65 fueron barcos de tripulaciones en cubierta, siempre mojados y con un esfuerzo físico y mental extremo y directamente relacionado con el impacto constante de las olas, el spray de mares congelados y la relación hombre-barco-océano expuesta de forma brutal y directa cada segundo, minuto, horas y días de la competencia. Ahora, los diseños de los IMOCA mantienen a la tripulación casi todo el tiempo dentro del copit de carroza cerrada, con salidas a cubierta muy esporádicas para cambiar una vela.
Relatan los tripulantes de cada IMOCA que mantenerse en pie, intentar dormir, comer, asearse o realizar los movimientos más básicos dentro de las capsulas casi herméticas de cada barco es una misión casi imposible. El golpe del casco de carbono y nuevas fibras de tecnologías desconocidas para el común de los mortales, se traduce en un ruido ensordecedor que, dicen los tripulantes, se ha transformado en uno de los mayores desafíos de la competencia. Dormir es complicado y sin dormir, no hay regatista olímpico (y aquí hay muchos) que aguante una regata. No hay viento en la cara, no hay olas que mojen como ocurría con los VO65, lo que hay son medias esféras de acrílico que asoman desde el techo del copit para mirar día y noche el perfil de las velas, controlar visualmente lo que ya controlan decenas de sensores que miden cada centímetro del barco.
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